EL JOVEN TRADUCTOR DE
HORACIO
Para
Pablo
Yo quisiera ser otra vez
aquel joven
ávido de una traducción
latina,
de unos deberes escolares.
La mañana del sábado, de
nueve a dos,
así la pasa: pegado a un
diccionario,
a una gramática y a la
retórica antigua,
contento de sus hallazgos,
donde el mundo romano
–República, crímenes,
ejércitos, esclavos–
ve resplandecer y de su
presente
permanece ajeno.
Quisiera que mi ambición
volviera a ser la misma.
Quisiera que diccionario,
versos latinos de
enmarañados
mitos y prosodia,
fueran el gran tesoro azul
de mi esperanza,
como lo era entonces,
de mi alegría secreta
y de mi descubrimiento.
Oh, dulces e intrigantes
descubrimientos
del joven en una lengua
muerta inmerso,
tan escondido de la cólera
de los hombres vivos,
tan sabio en su hermosa
ignorancia.
Sobre una mesa camilla,
mientras la madre realiza
las faenas de la casa
y pone ya la mesa y se oye
la llave del padre en la puerta
que regresa,
el joven va puliendo
el tránsito de la vida a la
palabra,
el significado de los versos
y la ley que los afirma
que confiará a su preceptor
el lunes,
con la sonrisa de quien
sabe,
con la devoción ardiendo
y la ambición encadenada.
Manuel Vilas. Primeros poemas (1988-1998). En Poesía completa (1980-2018). Visor,
2019.
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