lunes, 31 de agosto de 2020

EL JOVEN TRADUCTOR DE HORACIO. Manuel Vilas


EL JOVEN TRADUCTOR DE HORACIO
 

Para Pablo


Yo quisiera ser otra vez aquel joven

ávido de una traducción latina,

de unos deberes escolares.


La mañana del sábado, de nueve a dos,

así la pasa: pegado a un diccionario,

a una gramática y a la retórica antigua,

contento de sus hallazgos, donde el mundo romano

–República, crímenes, ejércitos, esclavos–

ve resplandecer y de su presente

permanece ajeno.


Quisiera que mi ambición

volviera a ser la misma.


Quisiera que diccionario,

versos latinos de enmarañados

mitos y prosodia,

fueran el gran tesoro azul de mi esperanza,

como lo era entonces,

de mi alegría secreta

y de mi descubrimiento.


Oh, dulces e intrigantes descubrimientos

del joven en una lengua muerta inmerso,

tan escondido de la cólera de los hombres vivos,

tan sabio en su hermosa ignorancia.


Sobre una mesa camilla,

mientras la madre realiza las faenas de la casa

y pone ya la mesa y se oye

la llave del padre en la puerta que regresa,

el joven va puliendo

el tránsito de la vida a la palabra,

el significado de los versos y la ley que los afirma

que confiará a su preceptor el lunes,

con la sonrisa de quien sabe,

con la devoción ardiendo

y la ambición encadenada.





Manuel Vilas. Primeros poemas (1988-1998). En Poesía completa (1980-2018). Visor, 2019.

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