Álvaro Pombo declara
que su héroe no es Narciso
sino Prometeo.
A estas alturas francamente
yo no confiaría
en ninguno de los dos gañanes
ni en combinación transgénica ninguna
-Narciteo, Prometiso-
y sugiero más bien
volver la vista hacia la paciente Penélope:
las artes del bordado desbordando
a los regüeldos de testosterona
Retejer lo destejido
reparar lo que se deshilachó
recuperar el mantel o el cobertor
(la cobija, dirían en México: eso que nos cobija)
a partir de los andrajos:
aquí sí que podríamos hablar
de verdad de heroísmo
el que de veras importa
el cotidiano.
Jorge Riechmann (Madrid, 1962). El común de los mortales.
Tusquets, 2011
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