CABEZA DE MEDUSA
En la cueva del odio la presiento
con su brío colérico y retráctil.
Se tensa entre los aires mirando el precipicio.
Su energía es eléctrica y lívida la sombra.
Desencaja facciones con un delirio abrupto.
En sus ojos resurge el vendaval,
la hoguera avariciosa que destruye.
Jamás podría verse en sus pupilas,
por eso no soporta los espejos,
ni el agua remansada de la alberca.
Cuando remonta arrasa cuanto cierne.
Es el grito del caos, la violencia estallante.
Maligna, aunque la invoquen como la santa ira,
pervive en nuestra historia desde el albor del hombre,
como un arma dispuesta y a su alcance.
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