Una sociedad de idiotas o las Humanidades
en la LOMCE
Los
antiguos griegos denominaban idiotas (de la misma raíz que idios: particular, propio de cada uno) a las personas que solo se
preocupaban por sus asuntos particulares, su vida privada, sus asuntos personales.
Lo contraponían a “politikón” (lo social, lo político), que lo aplicaban a
quienes estaban interesados en las cuestiones públicas y el bien común. En
aquella sociedad “democrática” (con todos sus defectos, pues ya sabemos que ni
las mujeres ni los esclavos disfrutaban de los derechos de ciudadanía), quienes
trabajaban por el bienestar y la prosperidad de su comunidad eran mejor
valorados que aquellos que miraban solo por sus propios negocios. Finalmente,
la palabra “idiota” acabó derivando en insulto.
Con
la irrupción del sistema capitalista la cosa cambió. Se consideraron como
modelos que había que imitar a los burgueses que se enriquecían poniendo todo
su esfuerzo personal en acrecentar su riqueza desentendiéndose de la cosa
pública. La coronación de este proceso fue el triunfo ideológico de la
burguesía al imponer a toda la sociedad su propia escala de valores, que rezaba
así: el enriquecimiento de los individuos contribuye a la riqueza de las
naciones y al bienestar común. Hoy en día la falacia del modelo neoliberal se
ha implantado definitivamente.
La
nueva ley de educación (LOMCE) del ministro Wert es un reflejo de esta
ideología neoliberal. La educación deja de ser una finalidad en sí misma, para
convertirse en “ancilla oeconomiae”,
es decir, en “sirvienta de la economía”. El objetivo de la enseñanza ya no va a
ser educar integralmente a las personas para que se conviertan en sujetos
autónomos, responsables y solidarios, sino en crear mano de obra barata al
servicio de un modelo económico que a todas luces ha resultado injusto,
insolidario y depredador para con las personas y el propio planeta. El papel al
que se reduce a las Humanidades en el nuevo proyecto de ley es solo una pequeña
prueba de todo esto, entre las muchas que se podrían aportar.
En
la así llamada, con ironía sangrante, Ley para la Mejora de la Calidad
Educativa, el estudio de las Humanidades, que educa en los seres humanos lo que
les define como tales seres humanos, es decir, la propia razón, queda
definitivamente postergado en beneficio de otras materias instrumentales. No
importa ya educar seres pensantes, críticos y autónomos, sino “instrumentos de
producción”, seres con unos conocimientos mínimos que estén dispuestos a
trabajar con dureza y resignación y que no se planteen la justicia o la
injusticia de su situación vital o la posibilidad de transformarla.
Así,
en la LOMCE, la situación de las Humanidades queda mortalmente dañada. La
Cultura Clásica desaparece de 3º y 4º ESO, ni siquiera aparece nombrada en toda
la ley. El Latín se dará en el curso preparatorio de Bachillerato (4º ESO) solo
para el alumnado que vaya por la rama de Humanidades y Ciencias Sociales. En 1º
y 2ª de Bachillerato se impartirá Latín como materia específica de la modalidad
de Humanidades, mientras el Griego queda relegado a la condición de materia
optativa de oferta no obligada, lo que supone su práctica desaparición.
Sospechando
las razones profundas que les han llevado a ello, solo cabe denunciar que
quienes han diseñado el anteproyecto de la LOMCE, imbuidos de las ideas
neoliberales rampantes y pensando, como siempre, a corto plazo, lo que desean
sin rubor es una sociedad de idiotas, personas sometidas a un sistema económico
degradante, que no piensen, que no critiquen, que se callen, que asuman su situación
de inferioridad y que no sueñen en cambiarla, mientras que los que están arriba
se siguen enriqueciendo tranquilamente y sin oposición. Y si algún rato les da
por pensar que solo sea en sus propios intereses y nunca en el bien común.
Porque
las así llamadas autoridades educativas seguramente saben que una de las
palancas que abrió las puertas de la Bastilla y posibilitó el triunfo de la
Revolución fue el estudio de las Humanidades que los enciclopedistas franceses
llevaron a cabo y les hizo abrir los ojos a las injusticias del Antiguo Régimen,
cuando las comparaban con los aires “democráticos” que respiraron los
ciudadanos de la antigua Grecia y de la República romana.
¡No seamos idiotas!
Conrado Santamaría
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