Rabiosos
que germinen,
que
florezcan
en
lumbre,
al
aire de los vivos,
los
plomos que ahora siembro
con
mis uñas tan roncas
en
esta tierra negra,
por
que todo se cumpla.
Lo
que una vez fue carne,
sangre
y hambre y anhelo,
si
pudiera, señora,
como
puede sin duda,
bajo
este chopo que cercena el mundo,
cruzar
de vuelta el río
y
alzarse,
como
nadie,
ante
el portón crecido del rango y de la herida,
que
cruce y que se alce,
por
que todo se cumpla.
Que
se alce, señora,
pujante
de raíces,
como
nadie,
con
su fe en esta vida,
con
su savia inviolada y sus flores
en
furia.
Que
se alce e incendie,
con
su aliento de antorcha,
el
umbral del exceso, los salones
del
nombre, los sitiales
podridos
de
tanta reverencia: los santuarios
que
en sombra
sofocaron,
en vano,
este
espectro de luz en que ahora vuelves,
por
que todo se cumpla.
Por
que todo se cumpla,
por
que todo se cumpla.
Conrado Santamaría. La noche ardida.
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