TAL PERFECCIÓN NO ADMITE
REPROCHE ALGUNO (SEGÚN HÖLDERLIN)
Paseaba yo un día
por El banquete.
Ya
Sócrates,
y Agatón y
los demás han
cenado, ahora beben, están
alegres.
La conversación es eminente,
bastara por sí sola.
Y entonces…
ese sonar de flauta.
Y aparece Alcibiades,
coronado de hiedra y de violetas,
borracho y feliz, lleno de ardor.
Su divina hermosura se recorta en la puerta.
Se hace el silencio.
Todo cuanto han hablado…
Pero es esa belleza que contemplan
la que responde a todo.
Esa plenitud de la vida
hace palidecer la inteligencia.
¿El Amor? Yo soy
el Amor, les dice Alcibíades.
Detuve mis pasos.
Los miré.
Sí –dije–. Lo saben.
No
hay
Civilización
sin Belleza.
José María Álvarez. El vaho de Dios [Poemas venezianos]. Edición
de Alfredo Rodríguez. Renacimiento, 2017.
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