sábado, 23 de mayo de 2020

EUMÉNIDE. José Manuel Caballero Bonald


EUMÉNIDE


Con posterioridad a esos intempestivos trabajos atribuidos a Hércules,

cuando ningún síntoma hacía prever el incremento de mitologías en los derramaderos de la realidad,

vino aquella locura a llamar a la puerta.


Traía las ropas desgastadas y un gran acopio de limaduras de hierro como diseminados por la piel

y allí se aposentó sin ser de nadie requerida y sin que nadie tampoco le hubiese previamente insinuado

ningún deseo expreso de proporcionarle paliativos para su adversidad.


Dijo pertenecer a las Euménides y ser oriunda de Sanlúcar,

posiblemente de la innombrable casta de las vengadoras

(algo que ya me había sugerido Lezama en su casa de la habanera calle Trocadero),

y a medida que el mobiliario iba adquiriendo cierta desaconsejable semejanza con las prerrogativas del desván,

anduvo la locura desplazándose desde el vórtice de la ira hasta las más difusas alacenas de la memoria,

tratando de engañar con sus preguntas a quienes allí se solazaban.


¿Están los diccionarios consumidos? ¿Están los almanaques confinados en los boquetes de la inanición?

Y esas espesas ansias subcutáneas, ¿han sido propiamente reducidas a un mero simulacro de las carnales furias de la noche?


Su último trabajo fue el de hacernos creer que todas las preguntas

son la misma pregunta sucesivamente repetida hasta que al fin el tiempo muera en nuestros brazos.




José Manuel Caballero Bonald. La noche no tiene paredes, 2009. En Somos el tiempo que nos queda. Obra poética completa 1952-2009. Seix Barral, 2011.

Imagen: El remordimiento de Orestes, William-Adolphe Bouguereau.

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