A
Circe, de uno de sus cerdos
Circe abrió las puertas de la pocilga
y sacó a mis
compañeros en figura de
puercos de nueve años.
Odisea,
rapsodia X
De entre todas las bestias
que en mi cuerpo lucharon contra mi alma
acabó por triunfar el cerdo.
Circe, amor mío, cuánta paz y felicidad sabernos
nada más cerdos. No ambicionar
la aprobación de nadie,
no suplicarle a nadie: entiéndeme,
tienes que comprenderme, soy falible, perdóname.
No hay embrujo tan grande como el placer
de revolcarnos en el lodo:
tú la hechicera, yo el cerdo.
Qué triste dicha ser uno más de tus cerdos.
Somos tu piara, la zahúrda es tu templo.
Disfruta, Circe, la pasión de tus cerdos.
Paga en amor la humillación de tus cerdos.
José
Emilio Pacheco. Los
trabajos del mar, 1983.