viernes, 19 de junio de 2020

EL DESTINO DE DIOMEDES O CONÓCETE A TI MISMO. Vicente Valero


EL DESTINO DE DIOMEDES O CONÓCETE A TI MISMO
 

Ilíada, V


Después de haber luchado contra el hombre,
quiso también luchar contra los dioses,
y en su osadía halló conocimiento
muy puro y para siempre y doloroso.
Soberbio como era, no temía
una venganza cruel sobre sus hombros
o un conjuro fatal para su pueblo.
Primero hirió la mano de Afrodita,
entre la conmoción de los que reinan
la patria de lo ignoto eternamente.
Mas, cuando osó también herir a Apolo,
muy arrogante el dios alzó sus armas
de palabras broncíneas, infalibles:
Reflexiona, tidida, ve y déjalo,
no quieras igualarte a los dioses.
Y un profundo dolor detuvo al héroe,
que supo para siempre su derrota
y la inutilidad de sus esfuerzos.
Incruenta era la herida, pero firme
y segura y veraz en aquel pecho
que dejó libremente que volaran
las blandas ilusiones hacia mundos
cerrados para el hombre, un instante
de su felicidad, de la que queda
sólo sabia lección, prudente aviso,
la verdad más antigua de los versos.



Vicente Valero. Herencia y fábula. Rialp, 1989.

Imagen: Jean-Auguste-Dominique Ingres. Vénus blessée par Diomède, 1800.

jueves, 4 de junio de 2020

VENUS ANADIOMENA, POR INGRES. José Emilio Pacheco


VENUS ANADIOMENA, POR INGRES

Voluptuosa Melancolía
en tu talle mórbido enrosca
el Placer su caligrafía
y la Muerte su garabato,
y en un clima de ala de mosca
la Lujuria toca a rebato.

       RAMÓN LÓPEZ VELARDE


No era preciso eternizarse, muchacha.

Y ahora tu desnudez llega radiante

desde un amanecer interminable.

Invento de la luz, ala de espuma,

surges de las profundidades más azules.

Arena siempre nueva y no ceniza

judeocristiana, isla

de eterno amor entre las tempestades.

En el cuadro rehecho sin sosiego

tu carne perdurable es joven siempre.

El mar se hiende atónito y observa

otra vez el milagro.




José Emilio Pacheco. No me preguntes cómo pasa el tiempo, 1969.

Imagen: Jean-Auguste-Dominique Ingres. Venus Anadiómena, 1808-1848.

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