martes, 13 de diciembre de 2016

EL LABERINTO. Juan Vicente Piqueras



EL LABERINTO

Un hilo en una mano y en la otra una espada,
el corazón un nudo, los pasos sigilosos,
entro en el laberinto asustado y feliz
como el que ha decidido afrontar su destino.

Pero en el laberinto sólo suena el silencio.
No hay mugidos, ni voces, ni pasos que no sean
los míos, ni más ruido que mi respiración.

Empiezo a sospechar que tal vez no haya nadie
y que el temido monstruo
sea sólo una invención del miedo de los hombres,
de su oscuro deseo de desaparecer.

Cuando llego a la cámara central veo en ella un pozo.
Como un ombligo –pienso mientras me asomo a él.

Sobre el agua parada me reflejo y comprendo
que el minotauro está dentro de mí,
que la lucha ha empezado,
que acabará conmigo
si antes no llega el fin a rescatarme.


Juan Vicente Piqueras. Atenas. Visor, 2013.

martes, 6 de diciembre de 2016

MORITURI. José Emilio Pacheco



MORITURI


Difícil es morir con dignidad. Preguntadlo

a la res que sucumbe en el matadero

o al pollo al dar de vueltas decapitado.

Nadie elige su muerte, sólo el suicida.


Y allí también se topa con la dificultad:

los sesos que emporcaron el escenario,

el lavado de estómago, la autopsia,

la sangre tan deslumbrante y tan repulsiva

–y la mueca de espanto.




José Emilio Pacheco. Islas a la deriva. Poesía III (1973-1978). Visor, 2011.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

LOS POETAS. Fernando Quiñones



LOS POETAS

 
También tú, curtidor,

y tú, patán hermoso, arrancándole

al invierno terrones, empujando

en agosto el plostellum. Y tú,

herrero entre sombríos fulgores,

o tú, inocente

borracho sin oficio.

También vosotros sin saberlo

conocisteis alguna vez

no la mayor: la única gloria del poeta:

cuando en el prado, la curtiduría,

la taberna, la fragua, se os llegaron

casualmente a la boca aquellas tres, cuatro palabras

que no se habían juntado antes

o nunca habían sonado de aquel modo,

y que dejaban dicho algo,

sencillo acaso como ellas,

pero tan verdadero, tan nuevo y tan antiguo

que os suspendió y enmudeció un instante,

como a algunos de los que os escuchaban.



Fernando Quiñones. Las crónicas de Hispania, 1985.

miércoles, 12 de octubre de 2016

ESTELA DE UN JOVEN DE SALAMINA. Esperanza López Parada



ESTELA DE UN JOVEN DE SALAMINA


Si tenía un tenso corazón en medio de los hombros

y el peso de su hígado era exacto,

exacto el equilibrio de humores y perfecto

el salto de sus músculos.


Sólo pudo morir porque una delgada furia

vino a amar el traje de ocaso que es su carne.

Y a nosotros nos daña con su hermosura deshecha

y el negro más negro de su sombra.





Esperanza López Parada. Los tres días. Pre-Textos, 1994.

martes, 27 de septiembre de 2016

EN TROYA AÚN FUNCIONA EL TELÉFONO. Jesús José de la Gándara



EN TROYA AÚN FUNCIONA EL TELÉFONO


a jesús gándara


sobre la mar

egea

se extienden los brazos de Homero


Ulises

busca un respiro

en el azul

inmenso


un resquicio para

entrar

furtivo

y al acoso

derribar

los sueños de Helena

sus ojos de miel

y sus entrañas

de arena


            la vida tiende trampas

            de acero

            en las cloacas

            pero

            nunca está cerrado

            al otro lado el teléfono


mientras tanto tan sólo

respiro

para no morir

como los héroes

que viajaron

a la ciudad antigua

de las murallas de oro

que trenzaron fantasías

sueños engaños velos

para no olvidar

            recordando tanto

para no morir

            viviendo tanto

para no hablar

            sabiendo tanto




Jesús José de la Gándara. Signos secretos. Incipit Editores, 1995.

martes, 6 de septiembre de 2016

La canción de Aquiles. Carmen Jodra



La canción de Aquiles


No tengo los secretos

para cambiar la vida.

Sólo quiero belleza.

Presiento más que digo.


El peso del dolor

infinito del mundo

cae sobre mí y me aplasta

y me siento morir.


Perplejo, no sé los

secretos de la vida.

No domino la vida

y no temo la muerte.




Carmen Jodra. Rincones sucios. La bella Varsovia, 2011.

CONDESCENDENCIA. Enrique Gracia Trinidad

  CONDESCENDENCIA   El Nudo Gordiano no quiso desilusionar a Alejandro, pero ya estaba a punto de soltarse él solo.   Enrique Grac...