sábado, 28 de junio de 2014

Epitafio. Aurora Luque



Epitafio


Si de algún modo muero,

en las crudas heladas del olvido

o de muerte oficial,

reléeme esta nota, por favor,

y quémala conmigo.


La vida no iba en serio ni siquiera más tarde.

Y no se tarda mucho en comprender

que se trataba sólo de unos juegos

para aparcar la muerte.

Ni siquiera fue un río

pues me tocaron tiempos muy duros de sequía

aunque el mar esperaba, siempre radiante, al fondo.


He creído en los mitos y he creído en el mar.

Me gustaron la Garbo y los rosales de Pestum,

amé a Gregory Peck todo un verano

y preferí Estrabón a Marco Aurelio.


Aurora Luque. Transitoria. Renacimiento, 1998.

lunes, 16 de junio de 2014

Víctima y verdugo. Julio Martínez Mesanza



Víctima y verdugo


Soy el que cae en el primer asalto

entre el agua y la arena en Normandía.

Soy el que elige un hombre y le dispara.

Mi caballo ha pisado en el saqueo

el rostro inexpresivo de un anciano.

Soy quien mantiene en alto el crucifijo

frente a la carga de los invasores.

Soy el perro y la mano que lo lleva.

Soy Egisto y Orestes y las Furias.

Soy el que se echa al suelo y me suplica.


Julio Martínez Mesanza. Europa, 1988

miércoles, 4 de junio de 2014

La oportunidad de los cobardes. Matías Escalera Cordero



La oportunidad de los cobardes


Cuando era niño lloraba sólo con pensar en Leónidas y sus trescientos espartanos

Los nombres de Termópilas y de Numancia

Erizaban el vello de mi piel

Y un escalofrío –aún hoy me recorre el dorso– recorría mi espalda

Hasta la nuca (también el último caballero templario

            defendiendo Jerusalem

            o el sacrificio de Uncas y las lágrimas

            de su padre: los últimos de una estirpe condenada al olvido)

Luego -cuando crecí- fueron Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti (y las jóvenes

            hilanderas de Nueva York: cada ocho de marzo

            y cada primero de mayo rezo por ellos) Y Buenaventura Durruti

Y Dolores Ibárruri y Marcelino Camacho


Me emocionaba pensar en el día de la oportunidad definitiva

El del sacrificio incondicional y el completo círculo del heroísmo

Al fin cerrado que no llegará

Nunca habrá inmolación desesperada ni la dignidad

De los habitantes de Numancia (de los ciegos precursores de aquel Madrid

            del espanto y de la obstinada resistencia) De Leónidas

O de las jóvenes tejedoras neoyorquinas

Termópilas ya no me espera y Leónidas sabrá que ha sido traicionado

Una vez más (Sacco y Vanzetti: no me aceptarán como a un igual)

Mirar con altanero ademán a su conductor (ni a los viajeros

            que dormitan -y regurgitan a cabezadas rítmicas- el sopor

            y el cansancio de sus vidas) No seré tampoco ya el último defensor

De la nueva Jerusalem


Hoy ha pasado ante mí la espada -la antorcha- y no me he atrevido

A tomarla en mis manos

El miedo -y el cálculo- han atenazado mi puño

Que no ha sido capaz de extender siquiera un confuso trazo

Un aborto de firma o señal encima de la hoja en blanco (se trataba de la justa petición

            para la readmisión de una joven secretaria del Jefe de ventas)


¿Habrá una nueva oportunidad para los cobardes…?

Tomaré entonces la espada…

Alcanzaré de nuevo el autobús cuarenta y dos con la inequívoca nobleza

De una hilandera neoyorquina…

Seguiré rezando cada primero de mayo y cada ocho de marzo (siempre que una hoja

en blanco pase ante mí)


Matías Escalera Cordero. Grito y realidad. Baile del Sol, 2008.

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