Antígona en otoño
Para cuando regreses,
tendré los labios secos,
la hiedra de la espera
enredada en la piel,
encendida la hoguera
que mitigó las nieves del
olvido,
y saldré a recibirte hasta
el sendero
con la bandera blanca de las
claudicaciones
desplegada en los ojos.
Igual que surge el miedo por
detrás de los álamos,
el corazón del hombre y la
raíz del llanto
se agitan con tu ausencia,
y muere cada noche
Hemón enamorado sobre el
cuerpo de Antígona.
Y si no vuelves quiero,
abrir surcos de amor sobre
los campos yermos
y anegarlos de lluvia.
Ser tierra,
solo tierra,
y que cubran las huellas
terribles de tu ausencia
las nieblas de este otoño.
O tal vez, si no vuelves,
dejar escrito el verso
para que el tiempo juzgue,
si el viento y tú sois parte
de una historia,
o la tormenta es solo su
presagio.
Juan Ignacio González. El cuaderno de ceniza. Heracles y
nosotros, 2014.
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