Los dioscuros
Puesto que la inmortalidad es una muerte
de estrella, de infinito, y que la sangre
busca un término breve, una violenta fuga de delicia,
te daremos, oh Leda, alternativamente
a tus dos hijos.
Cuando desciende Cástor a las sombras
Pólux retorna adormilado y entra
por la puerta pequeña, y sólo el perro fiel lo acoge.
De qué jornada lamentable vuelves
con ojos cinerarios, y en el pelo
el hedor vesperal de los asfódelos.
Tú el inmortal, el que de amor hollado
cede su permanencia meridiana
para que Cástor suba hasta la madre
y a las pistas veloces de caballos.
Oh Pólux, no te ven, y como siempre
todo es preparativo o despedida.
Con una mano donde hay una flor
Leda ofrece el augurio de la ruta.
De espaldas a lo eterno, ella la eterna
preferirá por siempre al que la sangre signa,
al que murió en batalla, al que es de tierra.
Y lo más que tendrás, Pólux que aguardas
sólo de un perro huésped,
será en esta mejilla donde poses los labios
la sal del llanto por el que ha partido.
Julio
Cortázar. Salvo el
crepúsculo. Alfaguara, 1984.
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